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Infantil

En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, había un jardín mágico que nadie podía ver a simple vista. Este jardín, conocido solo por unos pocos ancianos del lugar, era un refugio de paz y belleza, lleno de flores exóticas, árboles frutales y animales amistosos. En el centro del jardín crecía un árbol inmenso y antiguo llamado Árbol de la Sabiduría.

El Árbol de la Sabiduría tenía la capacidad de hablar, pero solo lo hacía con aquellos que mostraban un corazón puro y una verdadera necesidad de ayuda. Sus hojas susurraban consejos y sus ramas ofrecían consuelo. Sin embargo, hacía mucho tiempo que nadie había visitado el jardín y el Árbol se sentía solo y olvidado.

En el pueblo vivía una niña llamada Luna, que era conocida por su bondad y generosidad. A pesar de su buen corazón, Luna estaba triste porque sufría de dislexia, lo que hacía que leer y escribir fueran tareas muy difíciles para ella. En la escuela, algunos niños se burlaban de ella y la llamaban nombres hirientes, lo que aumentaba su tristeza y soledad.

Un día, Luna encontró a su abuela, la anciana más sabia del pueblo, sentada junto al fuego. Con lágrimas en los ojos, Luna le contó a su abuela sobre sus dificultades y el dolor que sentía por las burlas de los otros niños. La abuela la escuchó atentamente y luego le habló sobre el Jardín Mágico y el Árbol de la Sabiduría.

—Luna, debes visitar el Jardín Mágico y hablar con el Árbol de la Sabiduría —dijo la abuela con una sonrisa—. Él te guiará y te ayudará a encontrar la paz y la fortaleza que necesitas.

Impulsada por las palabras de su abuela, Luna decidió buscar el Jardín Mágico. Al día siguiente, se levantó temprano y caminó hacia el bosque, siguiendo las pistas que su abuela le había dado. Después de horas de búsqueda, finalmente encontró una entrada secreta cubierta por enredaderas y flores brillantes.

Al cruzar la entrada, Luna sintió una sensación de paz y asombro. El jardín era aún más hermoso de lo que su abuela había descrito. Se acercó al centro del jardín y encontró al imponente Árbol de la Sabiduría. Con una voz suave y temblorosa, Luna se dirigió al árbol.

—Árbol de la Sabiduría, necesito tu ayuda. Tengo dislexia y los niños en la escuela se burlan de mí. Me siento sola y triste. ¿Qué puedo hacer?

El Árbol de la Sabiduría movió sus ramas y sus hojas comenzaron a susurrar. Una voz profunda y amable surgió del árbol.

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—Querida Luna, tu corazón es puro y tus intenciones son nobles. La dislexia no define quién eres; es solo una parte de ti. Cada persona tiene sus propios desafíos, y lo que importa es cómo los enfrentamos. Las palabras tienen poder, tanto para herir como para sanar. Es importante que encuentres tu propia voz y uses palabras amables para ti misma y para los demás.

El árbol extendió una de sus ramas hacia Luna y le entregó una pequeña flor dorada.

—Esta flor es un símbolo de tu fuerza interior y de tu capacidad para superar tus miedos. Lleva esta flor contigo y recuerda siempre que eres valiosa y capaz.

Luna agradeció al Árbol de la Sabiduría y regresó al pueblo con la flor dorada en sus manos. Al llegar a casa, se sintió llena de una nueva determinación. Decidió que no dejaría que las burlas de los otros niños la definieran. Con el apoyo de su abuela, comenzó a practicar la lectura y la escritura todos los días, enfrentando sus desafíos con valentía.

Poco a poco, Luna empezó a mejorar. Un día, en la escuela, una maestra nueva llamada Señorita Alba notó el esfuerzo y la dedicación de Luna. Decidió ayudarla, dándole lecciones especiales y técnicas adaptadas a su forma de aprender. Con el tiempo, Luna se volvió más confiada y empezó a leer en voz alta durante las clases.

Luna también decidió usar palabras amables para cambiar el ambiente en la escuela. Cuando veía a alguien siendo molestado, intervenía con gentileza y mostraba apoyo. Sus compañeros comenzaron a darse cuenta de que sus palabras podían tener un impacto positivo o negativo, y muchos de ellos empezaron a seguir el ejemplo de Luna.

Un día, durante una reunión escolar, Luna compartió su historia y habló sobre su dislexia y el viaje al Jardín Mágico. Les contó a todos sobre el Árbol de la Sabiduría y el consejo que le dio. Los niños y los maestros escucharon con atención y, al final, aplaudieron su valentía.

El mensaje de Luna tuvo un efecto profundo en la comunidad. Los niños aprendieron a ser más amables y a apoyar a aquellos que enfrentaban desafíos. Las burlas disminuyeron y el ambiente en la escuela se volvió más inclusivo y respetuoso.

Luna siguió creciendo y aprendiendo, llevando siempre consigo la flor dorada como un recordatorio de su fortaleza y del poder de las palabras. Se convirtió en una inspiración para todos, demostrando que con valentía, apoyo y palabras amables, se pueden superar incluso los desafíos más difíciles.

Y así, en el pequeño pueblo rodeado de montañas, la historia de Luna y el Jardín Mágico se convirtió en una leyenda, enseñando a todas las generaciones futuras la importancia de la empatía, la resiliencia y el poder de las palabras que curan.

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