Después de una siesta reparadora, Olivia se despertó con una extraña sensación de energía y propósito. Decidió pasar la tarde organizando y catalogando las composiciones de su abuela. Abrió las ventanas para dejar entrar la brisa y se instaló en el salón, rodeada de papeles amarillentos y notas manuscritas.
Mientras trabajaba, encontró una partitura especialmente interesante. Era una canción inacabada, con letras a medio escribir y acordes dispersos. La melodía parecía familiar, como si la hubiera escuchado antes, lo único completo era el título «La Felicidad es una Mariposa». Olivia se sintió atraída por la canción y decidió que debía completarla.
Esa tarde, se sentó al piano con la partitura frente a ella. Sus dedos tocaron las teclas con delicadeza, explorando la melodía inacabada. La mariposa monarca, como de costumbre, apareció y se posó cerca de ella, observando sus movimientos.
—Parece que te gusta esta canción, ¿verdad? —murmuró Olivia, sintiendo una conexión especial con la mariposa y con su abuela.
A medida que tocaba, las notas comenzaron a fluir con naturalidad. La música llenó la casa, trayendo consigo recuerdos de tiempos felices y momentos compartidos con Samuel. Olivia cerró los ojos y dejó que la melodía la guiara, añadiendo sus propias emociones y experiencias a la composición.
Perdida en la música y sus lagrimas de felicidad, no escuchó el sonido del coche que se acercaba a la casa. La puerta principal se abrió suavemente y Marcus entró, observando en silencio a Olivia mientras tocaba. Se quedó de pie en el umbral, sin querer interrumpir el momento.
—Esa melodía es hermosa, Olivia —dijo finalmente, su voz rompiendo el hechizo.
Olivia levantó la vista y sonrió, sorprendida pero contenta de ver a su amigo.
—Gracias, Marcus. Es una de las composiciones de mi abuela. La encontré en el ático y sentí que debía terminarla.
Marcus se acercó y se sentó en una silla junto al piano.
—Tu abuela era una mujer increíble. Recuerdo cómo solía tocar en las reuniones familiares. Tenía un don especial para la música, igual que tú.
Olivia asintió, sintiendo una mezcla de orgullo y nostalgia.
—Sí, siempre sentí una conexión especial con ella. Creo que la música es nuestra forma de comunicarnos, incluso más allá de la muerte.
—Y tienes razón. La música tiene el poder de sanar y de mantener vivos nuestros recuerdos —dijo Marcus, tomando la mano de Olivia—. Me alegra verte tocar y cantar de nuevo. Es como si hubieras encontrado una parte de ti que estaba perdida.
Olivia sintió una oleada de gratitud por las palabras de Marcus. Había sido su roca en los momentos más oscuros, y su apoyo incondicional la había ayudado a encontrar el camino de regreso a la música.
—Gracias, Marcus. No sé qué habría hecho sin ti —dijo Olivia, apretando su mano—. Samuel estaría orgulloso de ti, de nosotros.
Marcus sonrió y la abrazó.
—Siempre estaré aquí para ti, Olivia. Y sé que Samuel también lo está, de alguna manera.
Esa noche, Olivia y Marcus decidieron rendir homenaje a su abuela y a Samuel organizando una pequeña velada musical en el salón. Invitaron a algunos amigos cercanos del pueblo, que llegaron con guitarras, violines y otros instrumentos. La casa se llenó de risas y música, creando un ambiente cálido y acogedor.
Olivia se sentó al piano y comenzó a tocar la canción inacabada de su abuela, ahora completada con sus propios toques personales. Marcus la acompañó con su guitarra, y juntos crearon una melodía que resonó en los corazones de todos los presentes.
La mariposa monarca revoloteaba alrededor de la sala, como si estuviera disfrutando de la música tanto como ellos. Olivia la observó y sonrió, sintiendo que su abuela y Samuel estaban allí, en espíritu, compartiendo ese momento especial.
Al final de la noche, mientras los invitados se despedían y el silencio volvía a la casa, Olivia sintió una profunda paz interior. La música había vuelto a ser su refugio, un lugar donde podía expresar su amor, su dolor y su esperanza.
—Gracias por estar aquí, Samuel —murmuró Olivia, mirando hacia el cielo estrellado desde la ventana del salón—. Prometo seguir cantando y tocando, por ti y por todos los que amo.
La mariposa monarca se posó en el marco de la ventana, y Olivia supo que su promesa había sido escuchada. La música, pensó, siempre sería su forma de mantener vivos los recuerdos y de encontrar la felicidad, incluso en los momentos más oscuros.


