
Infantil
En el tranquilo pueblo de Santa Clara, en el estado de Veracruz, vivía un niño llamado Lucas. A pesar de ser solo un niño de doce años, Lucas ya tenía una profunda conexión con la naturaleza. Desde pequeño, acompañaba a su abuelo a caminar por los campos de maíz y caña que rodeaban el pueblo. Los ríos y arroyos cercanos siempre le parecieron mágicos, y le gustaba observar cómo el agua fluía libremente entre las rocas. Sin embargo, algo había cambiado en su querido pueblo. El agua, que antes era tan abundante, comenzaba a escasear.
Era una mañana calurosa de abril cuando Lucas y su mejor amigo, Martín, estaban jugando cerca del río que solían visitar. Se sentaron en una roca grande para descansar y, al mirar el agua cristalina que solía correr con fuerza, notaron que ya no fluía como antes. El nivel del agua había bajado drásticamente, y el agua, que antes era clara y fresca, ahora parecía turbia.
— «¿Qué está pasando con el río, Martín?» preguntó Lucas, preocupado.
— «No lo sé, Lucas. Pero he oído que muchas familias están usando más agua que nunca. Tal vez el río ya no da abasto.» respondió Martín, mirando con tristeza la poca agua que quedaba.
Al día siguiente, Lucas decidió hablar con su mamá, quien siempre había sido una gran defensora del cuidado del medio ambiente. Le preguntó sobre lo que había visto en el río y si había algo que pudieran hacer para evitar que el agua se agotara.
— «Mamá, el río ya no tiene tanta agua. ¿Cómo podemos ayudar para que no se acabe?»
Su mamá, doña Carmen, pensó por un momento y le explicó:
— «Es verdad, hijo. El agua en nuestros ríos y pozos se está agotando. Muchas veces no somos conscientes de cuánto la estamos desperdiciando. Necesitamos ser más responsables y empezar a ahorrar agua en nuestras casas.»
Esa noche, Lucas no podía dejar de pensar en lo que su mamá le había dicho. Sabía que si no tomaban medidas, el agua podría agotarse por completo. Decidió que, aunque solo era un niño, algo tenía que hacer. Al día siguiente, reunió a sus amigos en el parque del pueblo para hablar sobre su preocupación.
— «¡Chicos, tenemos que hacer algo con el agua! El río está casi seco, y nuestras familias siguen gastando mucha agua. Si no actuamos pronto, pronto no tendremos nada para beber ni para regar los cultivos.» dijo Lucas con voz firme.
Sus amigos, que siempre lo habían apoyado en sus ideas, se reunieron en torno a él. Martín, su mejor amigo, fue el primero en responder.
— «Tienes razón, Lucas. ¿Qué podemos hacer?»
— «Podemos empezar por enseñar a nuestros papás y a los vecinos a ahorrar agua. Si todos hacemos un pequeño cambio, podemos hacer una gran diferencia.» sugirió Lucas.
— «¡Sí, y podemos organizarnos para educar a los adultos! No solo de ahorrar, sino también de cómo reutilizar el agua, como cuando usamos el agua de la regadera para regar las plantas.» añadió Sofía, una amiga que siempre había sido muy creativa.
El grupo se emocionó con la idea, y en poco tiempo comenzaron a organizarse para lanzar una campaña de concientización sobre el ahorro de agua en Santa Clara. Decidieron que su primer paso sería hacer carteles que colocaran en los lugares más transitados del pueblo, como la plaza principal y las tiendas del mercado. Además, idearon un plan para hablar con los adultos y explicarles cómo podían ahorrar y reutilizar el agua en sus hogares.
Lucas y sus amigos pasaron la siguiente semana creando los carteles. Utilizaron materiales reciclados y pintaron mensajes sencillos pero poderosos, como: «Cierra el grifo mientras te cepillas los dientes», «Reutiliza el agua de lluvia», y «Cada gota cuenta». También prepararon pequeños folletos con consejos prácticos para ahorrar agua.
Una tarde, el grupo de niños se acercó a la casa de Don Manuel, uno de los hombres más respetados del pueblo, quien tenía un gran terreno y usaba mucho agua para regar sus cultivos de maíz.
— «Buenas tardes, Don Manuel. Queremos hablar con usted sobre algo muy importante.» dijo Lucas con determinación.
Don Manuel los miró con curiosidad y les invitó a pasar a su casa.
— «¿Qué sucede, niños?» preguntó, acomodándose en su silla de madera.
— «El agua del río está bajando mucho, y creemos que si no cambiamos nuestros hábitos, pronto se va a acabar. Queremos pedirle que nos ayude a enseñar a los demás cómo ahorrar agua.» explicó Lucas.
Don Manuel se quedó pensativo, pero luego asintió.
— «Tienen razón, niños. Siempre he pensado que el agua nunca se acaba, pero ya veo que es un recurso valioso. Haré lo que pueda para ayudarlos.» dijo, decidido.
Esa noche, Don Manuel organizó una reunión en su casa con varios de los agricultores del pueblo para hablar sobre cómo podían optimizar el uso del agua. Lucas y sus amigos expusieron su plan y les enseñaron cómo reutilizar el agua de los cultivos, cómo regar en las horas más frescas del día para evitar el desperdicio, y cómo instalar sistemas de captación de agua de lluvia. Los adultos, aunque inicialmente escépticos, comenzaron a ver los beneficios de las sugerencias de los niños.
— «Si ahorramos agua, también podremos ahorrar dinero en el riego, y nuestras cosechas serán más saludables.» dijo Don Manuel, que ya había comenzado a aplicar algunas de las recomendaciones.
— «¡Es cierto! Todos podemos hacer algo pequeño para ayudar.» agregó uno de los otros agricultores.
Poco a poco, el cambio comenzó a notarse en Santa Clara. La gente empezó a tomar conciencia sobre el consumo de agua y a aplicar las sugerencias de los niños. Las familias instalaron sistemas de captación de agua de lluvia, reutilizaron el agua de las regaderas para regar las plantas, y comenzaron a ser más cuidadosos al cerrar los grifos.
Una tarde, después de varios meses de esfuerzo, Lucas y sus amigos fueron al río a observar si la situación había mejorado. Para su sorpresa, el agua comenzaba a fluir de nuevo con más fuerza. Aunque aún no estaba como antes, la mejora era evidente. Los campos se veían más verdes, y la comunidad había logrado reducir significativamente su consumo de agua.
— «¡Lo logramos!» exclamó Martín, mirando el río con orgullo.
— «Sí, cada acción cuenta, y nosotros comenzamos a hacer la diferencia.» dijo Lucas, sonriendo mientras miraba a sus amigos.
A partir de ese momento, el pueblo de Santa Clara se convirtió en un ejemplo para otras comunidades cercanas. Los niños no solo salvaron el agua, sino que también demostraron que incluso las acciones más pequeñas, cuando se suman, pueden tener un gran impacto.
Lección: Cada acción cuenta cuando se trata de proteger el medio ambiente. Si todos nos unimos, podemos lograr grandes cambios.

