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Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Valle Verde, donde vivían Mateo, Sofía y Leo, tres amigos inseparables. Ese día en la escuela, la maestra Camila entró al salón con una sonrisa y una pregunta inesperada:

—¿Sabían que hoy es el cumpleaños de la Tierra?

Mateo frunció el ceño, confundido.
—¿La Tierra tiene cumpleaños?

—Bueno, no es exactamente un cumpleaños. —explicó la maestra— Hoy, 22 de abril, es el Día Internacional de la Tierra. Es una fecha para reflexionar sobre todo lo que nuestro planeta nos da y pensar en cómo podemos cuidarlo mejor. La Tierra nos da aire para respirar, agua para beber y comida para vivir. Por eso, quiero que piensen en algo muy especial: ¿qué regalo podrían darle a la Tierra para agradecerle todo lo que nos da?

Esa pregunta se quedó dando vueltas en la cabeza de los tres amigos durante todo el día. Cuando salieron de la escuela, Sofía miró a sus amigos y dijo:

—¿Un regalo para la Tierra? Eso es difícil, ¿no creen?

—¡Podríamos hacerle una fiesta! —sugirió Leo, siempre lleno de energía.

—Pero, ¿qué tipo de regalo le gustaría a la Tierra? —se preguntó Mateo.

Los tres amigos se quedaron pensando un rato en silencio mientras caminaban hacia el parque del pueblo. Sabían que si querían hacerle un buen regalo a la Tierra, tendrían que encontrar algo que realmente la hiciera feliz.

Decididos a encontrar una respuesta, fueron a ver a Don Julián, el jardinero del parque. Don Julián siempre estaba rodeado de flores y árboles, y los niños pensaron que él podría tener una buena idea. Cuando lo encontraron, estaba quitando algunas hojas secas de una bugambilia.

—Don Julián, ¿qué cree que le gustaría a la Tierra como regalo? —preguntó Sofía.

Don Julián sonrió mientras se limpiaba las manos en el delantal.
—La Tierra estaría muy feliz si la tratáramos con más cuidado —respondió—. A veces olvidamos que los árboles y las plantas nos dan oxígeno y sombra, pero muchas personas los talan o los descuidan. Si plantaran más árboles, seguro que la Tierra lo agradecería.

—¡Podríamos plantar un árbol como regalo! —dijo Mateo emocionado.

—Eso sería un buen comienzo —dijo Don Julián—. Pero recuerden que la Tierra necesita mucho más que eso para estar bien.

Los amigos se miraron entre sí. Plantar un árbol era una buena idea, pero sentían que podían hacer algo más. Así que decidieron seguir buscando respuestas.

Caminaron hacia el río que atravesaba el pueblo, pero cuando llegaron, se llevaron una desagradable sorpresa. El agua estaba sucia y oscura, y flotaban en ella botellas de plástico, bolsas y latas. Al otro lado del río, vieron a la señora Julia, la pescadora, que intentaba recoger la basura con una red.

—Señora Julia, ¿qué pasó con el río? —preguntó Mateo.

—La gente ha estado tirando basura aquí —contestó la señora Julia con tristeza—. Antes había muchos peces, pero ahora cada vez hay menos. El agua está contaminada.

—¿Cómo podemos ayudar? —preguntó Sofía.

—Si dejáramos de tirar basura y empezáramos a reciclar, el agua estaría más limpia y los peces volverían —respondió la señora Julia—. Y si organizan una limpieza, seguro que mucha gente querría ayudar.

—¡Podemos organizar una limpieza del río como parte del regalo! —propuso Mateo.

—¡Y también podríamos enseñar a los demás a reciclar! —añadió Leo.

Los niños empezaban a entender que el mejor regalo para la Tierra no era algo material, sino acciones que ayudaran a mantenerla sana. Pero aún sentían que podían hacer más.

Mientras volvían a casa, pasaron por una calle donde había mucho tráfico. Los autos emitían un humo gris que hizo toser a Leo. En la esquina, vieron al señor Antonio, que siempre iba en bicicleta.

—Señor Antonio, ¿cree que podamos hacer algo para que el aire esté más limpio? —preguntó Sofía.

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—¡Claro que sí! —contestó el señor Antonio—. Si más personas usaran la bicicleta o caminaran en lugar de usar el coche, el aire estaría mucho más limpio. Y también plantar más árboles ayuda a purificar el aire.

—¡Ya tenemos muchas ideas para el regalo! —dijo Sofía con una gran sonrisa.
—Plantar árboles, limpiar el río, reciclar y caminar más. ¡Eso sí es un regalo de verdad! —añadió Mateo.

Al día siguiente, los tres amigos reunieron a todos los niños del pueblo en el parque. Se pararon frente a sus compañeros y comenzaron a hablar.

—Hoy es el Día de la Tierra —dijo Sofía—. La Tierra nos da aire, agua y alimentos. ¡Ahora es nuestro turno de darle las gracias!

Con palas y cubetas en las manos, los niños empezaron a plantar árboles en el parque. Mateo y Leo hicieron agujeros en la tierra mientras Sofía colocaba las semillas y cubría las raíces con tierra. Después, fueron al río y recogieron la basura, separando plásticos, vidrios y latas para reciclar. Los adultos también se unieron a la causa, ayudando a limpiar y a colocar contenedores de reciclaje en la plaza del pueblo.

Cuando terminaron, hicieron carteles con mensajes como: «Usa menos plástico», «Camina o usa la bici», y «Cuida la Tierra como ella te cuida a ti.» Finalmente, se reunieron bajo la sombra de un gran árbol que habían plantado juntos.

—¿Creen que la Tierra está feliz con su regalo? —preguntó Mateo.

—¡Claro que sí! —dijo Sofía—. La Tierra no necesita fiestas ni adornos, solo que la cuidemos cada día.

—Si todos hacemos un poco, el planeta será un lugar mejor para todos —agregó Leo.

Desde ese día, Valle Verde se convirtió en un ejemplo para otros pueblos. Los niños siguieron reciclando, los adultos comenzaron a usar menos coches y todos cuidaban el río y los árboles. Cada año, el Día de la Tierra se celebraba no solo con palabras, sino con acciones que ayudaban al planeta.

Una tarde, mientras los tres amigos miraban el río limpio y los nuevos árboles creciendo, Mateo dijo:
—Creo que encontramos el mejor regalo para la Tierra.

—Y lo mejor es que podemos seguir dándoselo cada día —respondió Sofía.

—¡Feliz Día de la Tierra! —dijeron los tres al mismo tiempo, riendo bajo la sombra de un árbol recién plantado.

La mejor manera de agradecer a la Tierra por todo lo que nos da es cuidándola cada día. Pequeñas acciones como reciclar, ahorrar agua, plantar árboles y usar menos energía pueden marcar una gran diferencia. ¡El mejor regalo para la Tierra es nuestro compromiso de protegerla siempre!

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