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En el pequeño pueblo de San Miguel, cada 8 de agosto, los habitantes celebraban el aniversario del natalicio del sacerdote Miguel Hidalgo, el «Padre de la Patria» de México. Este día estaba lleno de desfiles, discursos y actos cívicos, recordando la lucha por la independencia y la igualdad.

Entre los niños del pueblo, había un joven llamado Andrés, de diez años, quien era un apasionado de la historia. Su abuelo, Don Manuel, le contaba historias sobre los héroes de la independencia y le enseñaba a valorar los principios de libertad y justicia por los que lucharon. Sin embargo, Andrés también veía que en su comunidad aún existían desigualdades y discriminación, lo que lo inquietaba profundamente.

Un día, mientras ayudaba a su abuelo a ordenar algunos libros antiguos, Andrés encontró un libro viejo y polvoriento titulado «El Viaje de la Igualdad». Intrigado, abrió el libro y descubrió que era un diario escrito por alguien que había viajado en el tiempo para aprender sobre la lucha por la igualdad en diferentes épocas y lugares.

Esa noche, Andrés se acostó con el libro bajo su almohada y, de repente, se sintió transportado a otro tiempo y lugar. Se encontró en el México colonial, en medio de una plaza donde una multitud escuchaba a Miguel Hidalgo dar su famoso Grito de Independencia. Andrés observó cómo el sacerdote hablaba con pasión sobre la necesidad de libertad y la igualdad para todos.

Durante su viaje, Andrés conoció a varios personajes históricos, como José María Morelos y Vicente Guerrero, quienes también lucharon por la justicia y la igualdad. Aprendió sobre sus sacrificios y las dificultades que enfrentaron para tratar de construir un país más justo.

El viaje no se detuvo ahí. Andrés fue transportado a diferentes momentos de la historia, viendo las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos, la resistencia contra el apartheid en Sudáfrica y las manifestaciones por la igualdad de género en todo el mundo. Cada experiencia le enseñó algo nuevo sobre la importancia de la lucha constante por la justicia y la igualdad.

Finalmente, Andrés fue llevado a su propio tiempo y lugar, al pequeño pueblo de San Miguel. Esta vez, sin embargo, vio a su comunidad con nuevos ojos. Observó cómo algunas personas aún sufrían discriminación por su origen étnico, su situación económica o su género. Pero también vio a personas que luchaban por cambiar esas injusticias, trabajando juntos para construir un futuro mejor.

Despertó en su cama, con el libro aún bajo su almohada. Aunque al principio pensó que todo había sido un sueño, se dio cuenta de que las lecciones aprendidas eran muy reales. Decidió que no podía quedarse de brazos cruzados.

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Con el apoyo de su abuelo, Andrés organizó una reunión en la escuela para compartir sus experiencias y lo que había aprendido sobre la igualdad. Invitó a sus compañeros y a los adultos de la comunidad a unirse en un proyecto para promover la justicia y la igualdad en San Miguel.

—Hemos aprendido de grandes héroes que la igualdad no es solo un ideal del pasado —dijo Andrés durante la reunión—. Es algo por lo que debemos luchar todos los días. En nuestro pueblo, todavía hay personas que necesitan nuestro apoyo y comprensión.

La comunidad respondió positivamente a la iniciativa de Andrés. Juntos, comenzaron a organizar talleres sobre derechos humanos, sesiones de diálogo para resolver conflictos y actividades para fomentar la inclusión. La escuela adoptó nuevas políticas para asegurar que todos los estudiantes se sintieran valorados y respetados.

El 8 de agosto, durante la celebración del aniversario de Miguel Hidalgo, Andrés y su abuelo fueron invitados a hablar en la plaza principal. Con el corazón lleno de emoción, Andrés compartió su historia y las lecciones que había aprendido.

—Hoy, honramos a Miguel Hidalgo y a todos los que lucharon por nuestra independencia —dijo—. Pero también debemos recordar que la lucha por la igualdad continúa. Cada uno de nosotros puede hacer la diferencia, trabajando juntos para construir un mundo más justo y equitativo.

La multitud aplaudió con entusiasmo, y muchos se sintieron inspirados por las palabras de Andrés. La celebración de ese año no solo conmemoró el pasado, sino que también marcó el inicio de un compromiso renovado por la igualdad en San Miguel.

Y así, gracias a la visión y el coraje de un joven niño, el pueblo de San Miguel comenzó un nuevo capítulo en su historia, uno en el que la igualdad y la justicia eran valores vivos y presentes en cada acción y decisión, recordando siempre que el verdadero viaje hacia la igualdad nunca termina, sino que continúa con cada generación.

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