
Era una mañana soleada en el Bosque Verde, y todos los animales estaban emocionados. Habían recibido una invitación especial para asistir a una clase de la Señorita Tierra. Ella era una sabia búho conocida por enseñar cosas importantes sobre cómo cuidar el lugar donde vivían.
Bajo el gran árbol central, la Señorita Tierra ya los esperaba. Sus plumas grises brillaban bajo el sol mientras organizaba pequeños carteles y herramientas. Los animales comenzaron a llegar poco a poco. Primero llegó Mimi, la coneja curiosa. Después vino Tomás, el zorro travieso. Finalmente, apareció Rita, la rana que siempre saltaba de alegría.
—¡Bienvenidos, amigos! —exclamó la Señorita Tierra, abriendo sus alas—. Hoy es un día especial: el Día Mundial de la Educación Ambiental. Vamos a aprender formas creativas de cuidar nuestro hogar.
—¿Qué es la educación ambiental? —preguntó Mimi, ladeando sus largas orejas.
—Es aprender a cuidar la naturaleza y vivir en armonía con ella —explicó la Señorita Tierra—. Pero no solo se trata de aprender, ¡sino de hacer cosas!
Tomás levantó la pata.
—¿Y qué podemos hacer? Soy bueno para correr y esconderme, pero no sé si eso ayuda al bosque.
—Claro que puedes ayudar, Tomás —dijo la Señorita Tierra con una sonrisa—. Les enseñaré varias formas, y juntos haremos una actividad especial.
Primero, la Señorita Tierra mostró un montón de cáscaras de frutas y hojas secas.
—Esto es compost. En lugar de tirar la comida que sobra, podemos convertirla en abono para las plantas. ¿Quién quiere intentarlo?
—¡Yo! —dijo Rita, dando un salto. Con sus patas, mezcló las cáscaras y hojas en una pequeña pila. En unos días, se convertiría en tierra rica y oscura que ayudaría a las flores a crecer.
Luego, la Señorita Tierra les mostró botellas de plástico que habían encontrado en el río.
—Con estas botellas podemos hacer algo útil en lugar de dejarlas contaminar el agua. ¿Qué les parece si hacemos macetas para plantar hierbas?
Mimi y Tomás se emocionaron. Con cuidado, cortaron las botellas y las llenaron de tierra del bosque. Cada uno plantó una semilla: Mimi eligió albahaca, y Tomás, menta.
—¿Y qué más podemos hacer? —preguntó Mimi, observando su maceta.
La Señorita Tierra señaló a un grupo de pájaros.
—Ellos nos enseñarán la importancia de plantar árboles. Los árboles no solo nos dan sombra, también producen oxígeno, que todos necesitamos para respirar.
Los animales trabajaron juntos para sembrar pequeños arbolitos alrededor del claro. Al terminar, se sentaron bajo la sombra del árbol grande, felices pero cansados.
—Hoy hemos aprendido que, aunque seamos pequeños, nuestras acciones son grandes para el planeta —dijo la Señorita Tierra—. ¿Qué tal si hacemos una promesa?
—¿Qué tipo de promesa? —preguntó Rita, curiosa.
—Una promesa para cuidar siempre la naturaleza. Tal vez sea reciclar más, sembrar un árbol al año o enseñar a otros lo que aprendimos hoy.
—¡Yo prometo recoger la basura que encuentre! —dijo Tomás.
—¡Yo prometo hacer más compost para las plantas! —dijo Rita.
—¡Y yo prometo enseñar a mis hermanos lo que aprendimos! —dijo Mimi.
La Señorita Tierra asintió, orgullosa.
—Pequeñas promesas como esas pueden cambiar el mundo. Recuerden, el Día Mundial de la Educación Ambiental no es solo hoy. Cada día podemos aprender algo nuevo para cuidar nuestro hogar.
Mientras los animales regresaban a sus casas, miraron el bosque con nuevos ojos, sabiendo que cada acción cuenta para protegerlo. La Señorita Tierra los vio marcharse desde lo alto del árbol. Sonrió, segura de que el Bosque Verde estaba en buenas patas.

