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En el fondo de un océano cristalino, había un hermoso arrecife de coral. Vivía allí Estrella, una pequeña estrella de mar de colores brillantes. Estrella era curiosa y le encantaba deslizarse por la arena, explorando las maravillas de su hogar submarino.

Un día, mientras Estrella jugaba con su amiga Coralina, una joven tortuga marina, notó algo extraño en el agua.

—Coralina, ¿ves esas cosas flotando? —preguntó Estrella, señalando con una de sus puntas un montón de bolsas y botellas de plástico que se mecían con las corrientes.

Coralina asintió, preocupada.
—Sí, Estrella. He visto muchas más últimamente. A veces me confundo y pienso que son medusas, pero luego me doy cuenta de que no son comida… son basura.

—¡Basura! ¿Cómo llegó aquí? —preguntó Estrella, sorprendida.

Coralina suspiró.
—Viene del mundo de los humanos. Ellos tiran estas cosas al suelo o a los ríos, y las corrientes las traen hasta aquí.

De pronto, una voz profunda y sabia interrumpió su conversación. Era Don Alga, un viejo y sabio alga que había visto muchas cosas en sus años de vida.
—Si esto sigue así, el arrecife se convertirá en un basurero. Los corales dejarán de crecer, y muchos animales tendrán que buscar otro hogar.

Estrella se sintió triste al imaginar su hogar cubierto de basura.
—¿Qué podemos hacer, Don Alga? No quiero que el arrecife desaparezca.

—Los humanos tienen que aprender a cuidar el océano —respondió Don Alga—. Pero podemos empezar por limpiar lo que podamos y buscar ayuda.

Estrella y Coralina reunieron a todos los habitantes del arrecife. Había peces payaso, caballitos de mar, cangrejos y hasta un tímido pulpo llamado Pulpi.

—¡Amigos! —dijo Estrella con entusiasmo—. El arrecife está en peligro, pero si trabajamos juntos, podemos limpiarlo y protegerlo.

Pulpi levantó uno de sus tentáculos.
—¿Cómo vamos a limpiar tanto plástico? ¡Somos tan pequeños!

Coralina sonrió.
—Si todos hacemos un poquito, lograremos mucho. Y también podemos enviar un mensaje a los humanos para que nos ayuden.

Así que comenzaron. Los peces payaso recogieron pequeñas piezas de plástico. Luego, los cangrejos las llevaron a un rincón seguro. Pulpi usó sus tentáculos para recoger los objetos más grandes. Mientras tanto, Estrella y Coralina idearon un plan para comunicarse con los humanos.

Al día siguiente, un grupo de niños estaba jugando en la playa cercana. Uno de ellos, Sofía, vio algo curioso: varias estrellas de mar habían formado palabras en la arena. Decía: «Ayuda al océano. Recoge la basura.»

—¡Miren esto! —exclamó Sofía, llamando a sus amigos.

—¿Crees que las estrellas de mar lo hicieron? —preguntó uno de los niños, maravillado.

—No lo sé, pero tienen razón. ¡Deberíamos limpiar la playa! —dijo Sofía, recogiendo una botella de plástico.

Los niños empezaron a juntar toda la basura que encontraban en la arena y cerca del agua. Algunos adultos que los vieron se unieron también. Pronto, la playa estaba limpia y las estrellas de mar volvieron al agua con una sonrisa.

Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Estrella miró hacia arriba desde el fondo del océano.

—¿Crees que los humanos cambiarán? —le preguntó a Coralina.

—Creo que sí, Estrella. Si todos trabajamos juntos, el océano volverá a ser tan limpio y hermoso como siempre.

Y así, Estrella y sus amigos continuaron cuidando su hogar. Sabían que incluso las criaturas más pequeñas podían inspirar grandes cambios.

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