
En una tranquila laguna de aguas cristalinas, rodeada de manglares, vivía Manuel, un manatí joven y curioso. Manuel era el más pequeño de su familia. Sin embargo, tenía un gran sueño. Quería ser un héroe que protegiera la laguna y a los animales que vivían allí.
Cada mañana, Manuel nadaba junto a su mejor amiga, Luna, una amigable garza blanca que solía descansar sobre su espalda.
—Luna, ¿alguna vez crees que podré ser un héroe? —preguntó Manuel mientras masticaba un poco de pasto marino.
—Claro que sí, Manuel. Tú ya ayudas mucho al limpiar el fondo de la laguna con tus comidas —respondió Luna con una sonrisa.
Pero Manuel quería hacer algo más grande, algo que todos recordaran.
Una tarde, mientras exploraban una nueva parte de la laguna, encontraron algo inesperado: una red abandonada atrapada entre los manglares. Enredados en ella, había pequeños peces luchando por escapar.
—¡Mira eso, Manuel! —exclamó Luna, alarmada—. ¡Tenemos que ayudarlos!
Manuel nadó rápidamente hacia la red y, con sus fuertes aletas, intentó soltarla. Pero era más complicada de lo que parecía.
—¡No puedo hacerlo solo! —gritó Manuel, jadeando—. Necesitamos ayuda.
Luna voló en círculos, buscando a otros animales que pudieran ayudar. Regresó con Coco, un cocodrilo que vivía río abajo.
—¡Coco, necesitamos tus fuertes mandíbulas! —dijo Luna mientras aterrizaba cerca de él.
Coco bostezó, mostrando sus afilados dientes.
—¿Por qué debería ayudar? No soy amigo de los peces.
—Pero si la red no se retira, podría atrapar a más animales, incluso a tus crías —explicó Manuel con determinación.
Coco lo pensó por un momento y, aunque gruñó, aceptó ayudar. Con cuidado, mordió la red, mientras Manuel empujaba con su cuerpo. Luna, desde arriba, guiaba a los peces hacia un lugar seguro.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, lograron liberar la red. Manuel la llevó flotando hasta la orilla, donde un grupo de niños estaba recogiendo basura. Uno de ellos, Sara, vio a Manuel acercarse.
—¡Miren, un manatí! —exclamó emocionada. Luego notó la red desgastada.
—Creo que está tratando de decirnos algo —dijo otro niño.
Sara recordó algo que había aprendido en la escuela sobre los manatíes y cómo los desechos humanos dañan su hogar.
—¡Está pidiendo nuestra ayuda para limpiar la laguna!
Los niños comenzaron a trabajar, recogiendo más redes abandonadas y basura que flotaba en el agua. Cada vez que llenaban una bolsa, Manuel los observaba desde la orilla, contento de que su hogar estuviera más limpio.
—Eres un verdadero héroe, Manuel —dijo Luna, posándose sobre su cabeza—. Si no fuera por ti, esos peces seguirían atrapados, y la laguna estaría en peligro.
Manuel infló el pecho de orgullo.
—No lo hice solo. Todos ayudamos.
Esa noche, mientras la luna iluminaba la laguna, Manuel se sintió feliz. Había cumplido su sueño de ser un héroe. También aprendió que cuidar la naturaleza era un trabajo en equipo.
Desde entonces, cada 17 de febrero, los animales celebraban el Día Mundial del Manatí. Recordaban a Manuel. Un pequeño manatí valiente logró un gran cambio.

