
Infantil
En un pintoresco pueblo de Guanajuato, había una escuela primaria con calles empedradas y casas de colores vivos. A pesar de ser muy antigua, era muy querida por todos los niños del pueblo. Se llamaba «Escuela Benito Juárez». Sus paredes, aunque desgastadas por el tiempo, siempre resplandecían con los esfuerzos y las ideas de los alumnos. Ellos pasaban por allí. Sin embargo, había algo que los estudiantes notaban cada día al caminar por los pasillos de la escuela. Las instalaciones no estaban adaptadas para todos. Los escalones eran altos, las puertas estrechas, y los pasillos poco amplios.
Martín, un niño de 13 años, era el líder de un grupo de amigos que soñaban con un mundo más justo, donde todas las personas tuvieran acceso a las mismas oportunidades. Martín no era un niño común. Desde pequeño, había sido muy consciente de la importancia de la accesibilidad. Su primo, Andrés, naciera con parálisis cerebral, lo que le impedía caminar. Desde que Martín era pequeño, solía acompañar a Andrés a la escuela, pero siempre notaba lo difícil que era para él moverse por el lugar. La escuela, con sus escaleras empinadas y pasillos estrechos, era un verdadero desafío.
Un día, después de una plática con Andrés, Martín decidió que algo debía cambiar. Se sentó en su escritorio con su grupo de amigos: Camila, Luis y Elena, y les habló de su idea.
— «¿Qué les parece si hacemos un mural para sensibilizar a todos sobre la importancia de la accesibilidad? Hay que mostrarle a la escuela que podemos hacer que todos se sientan incluidos.» propuso Martín, con su voz llena de determinación.
— «¡Es una gran idea!» dijo Camila, quien siempre había estado dispuesta a apoyar las causas justas. «El mural puede ser una forma creativa de hacer que la gente se dé cuenta de lo importante que es pensar en todos.»
Luis, aunque un poco tímido, también estaba de acuerdo. Sabía que las barreras físicas podían excluir a muchas personas de participar plenamente en la vida escolar, como había pasado con Andrés.
— «Podemos hacer que el mural sea interactivo, que la gente pueda tocarlo o acercarse a él para entender mejor lo que significa.» sugirió Luis, pensando en cómo hacer el mural más accesible para todos.
Elena, la más artística del grupo, comenzó a bosquejar algunas ideas en su cuaderno. Todos pensaban en un mural que representara la inclusión y la accesibilidad, pero también querían que fuera colorido y que tuviera un mensaje claro.
— «Podríamos incluir imágenes de rampas, puertas anchas, señales claras… y, por supuesto, poner un mensaje que diga: ‘Un lugar para todos’. Así todos entenderán que el espacio es para todas las personas, sin importar sus capacidades.» comentó Elena mientras dibujaba con entusiasmo.
Martín, al ver que todos estaban emocionados por el proyecto, sabía que era solo el comienzo de algo más grande. A la mañana siguiente, se dirigió a la dirección para hablar con la directora, la señora Mendoza.
— «Buenos días, directora. Queríamos pedir su permiso para pintar un mural en la pared del patio. Es un proyecto para sensibilizar a la comunidad escolar sobre la accesibilidad para personas con discapacidad.» dijo Martín, con una mezcla de nervios y emoción.
La directora Mendoza, una mujer amable pero firme, lo miró por un momento antes de responder.
— «Me parece una excelente idea, Martín. Pero antes de empezar, necesitamos que todos los profesores y algunos padres de familia se involucren. Queremos que este mural sea bien recibido y que tenga el impacto que buscamos.»
Martín asintió, agradecido. Sabía que, aunque sería un reto, la directora estaba dispuesta a apoyarlos. Así que, con el permiso de la directora, Martín y sus amigos comenzaron a preparar todo para el mural.
Durante los siguientes días, enfrentaron algunos desafíos. Algunos de los otros estudiantes no entendían por qué querían hacer un mural sobre accesibilidad. Un grupo de niños, encabezados por Ricardo, un compañero que siempre había sido algo cruel, comenzó a burlarse del proyecto.
— «¿Por qué quieren hacer eso? Aquí no hay gente con discapacidades, ¿para qué tanto lío?» se reía Ricardo mientras pasaba cerca de donde Martín y sus amigos trabajaban en los borradores del mural.
Martín se detuvo un momento, mirando a Ricardo con firmeza.
— «Porque todos merecen un lugar donde se sientan cómodos, Ricardo. No se trata de cuántos hay, se trata de hacer que el espacio sea para todos. No necesitamos esperar a que algo suceda para cambiar las cosas.»
Elena y Camila también intervinieron, defendiendo el proyecto. Aunque algunos niños seguían burlándose, el grupo no se dejó vencer. Sabían que lo que estaban haciendo tenía un propósito más grande que las críticas de los demás.
Finalmente, después de varias semanas de trabajo y planificación, el mural comenzó a tomar forma. Los chicos pintaron una gran rampa en el centro. La rampa está rodeada de diversas imágenes de personas con sillas de ruedas, bastones, y otros símbolos de accesibilidad. Alrededor, incluyeron frases como «El respeto es para todos», «Todos tenemos derecho a un lugar», y «Construyendo un mundo más accesible.»
El día que el mural estuvo listo, los estudiantes, profesores y algunos padres fueron convocados para la inauguración. Todos se reunieron en el patio, y Martín, con su grupo de amigos, mostró el mural a la comunidad escolar.
— «Este mural no solo es una obra de arte, es un mensaje para todos. Queremos que todos los estudiantes, sin importar sus capacidades, puedan sentirse parte de esta escuela. La accesibilidad no es solo para algunos, es para todos. Y este mural es solo un pequeño paso para lograrlo.» dijo Martín con voz firme y clara.
Mientras Martín hablaba, pudo ver las caras de muchos de sus compañeros cambiar. Algunos se dieron cuenta de la importancia del mensaje, otros se acercaron a tocar el mural, como si de repente todo tuviera más sentido.
— «Es increíble, Martín. No sabía lo importante que era esto hasta que lo vi de cerca.» dijo Ricardo, acercándose al grupo con una sonrisa tímida. «Tienes razón, todos deberíamos tener un lugar donde sentirnos cómodos.»
Martín sonrió, aliviado por las palabras de Ricardo.
— «Gracias, Ricardo. Eso es todo lo que queremos: un lugar para todos.»
A partir de ese día, el mural se convirtió en un símbolo de cambio dentro de la escuela. Se convirtió en un recordatorio visual de la importancia de la accesibilidad. También inspiró a muchos a pensar en cómo podían hacer su comunidad más inclusiva. Algunos de los profesores comenzaron a realizar cambios pequeños, como poner carteles con señales claras y accesibles en las aulas, o buscar maneras de hacer los pasillos más amplios. La escuela, aunque ya no podía cambiar todo de inmediato, comenzó a dar pequeños pasos hacia un futuro más inclusivo.
Lección: Un mundo accesible es un mundo mejor para todos. La inclusión y el respeto hacia las diferencias nos permiten construir comunidades más fuertes, justas y unidas. Cada acción, por pequeña que sea, puede generar un gran cambio.

