Infantil

Había una vez un niño llamado Lucas, quien vivía en un tranquilo pueblo rodeado de colinas y ríos. Lucas era un niño alegre y curioso, siempre listo para explorar y descubrir cosas nuevas. Pero había algo especial en él: le encantaba jugar con cosas que la sociedad consideraba «para chicas».

A Lucas le gustaban las muñecas, los colores brillantes y los disfraces de princesa. Disfrutaba creando historias mágicas y jugando a ser una heroína valiente. Pero, desafortunadamente, había un grupo de niños en su escuela que no entendían su forma de jugar y lo trataban mal por ser diferente.

Un día, Lucas se encontró rodeado por ese grupo de niños. El líder del grupo, llamado Martín, se burló de él y le dijo que solo las niñas podían jugar con esas cosas, mientras los demás niños se reían.

Lucas se sintió triste y confundido por el comportamiento de los otros niños. Pero en lugar de dejarse llevar por la tristeza, decidió buscar ayuda. Habló con su maestra, la señorita Ana, y le explicó cómo se sentía y cómo los niños lo estaban tratando mal por ser diferente.

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La señorita Ana escuchó atentamente a Lucas y le recordó que todos somos diferentes y eso es lo que hace al mundo tan interesante. Le explicó que no hay juguetes o actividades exclusivas para un género en particular y que cada uno tiene el derecho de jugar y ser feliz como prefiera, sin importar los estereotipos.

Decidida a ayudar a Lucas, la señorita Ana organizó una actividad especial en el aula. Invitó a una artista talentosa que les enseñó a todos sobre la importancia de la creatividad y la libertad de expresión. Juntos, crearon coloridos murales y disfrutaron de la emoción de crear sin límites.

Durante esa actividad, los demás niños comenzaron a darse cuenta de la alegría y la felicidad que Lucas experimentaba al jugar con las cosas que le gustaban. Se dieron cuenta de que no importaba si eran «cosas de chicos» o «cosas de chicas», lo importante era respetar las elecciones y gustos de cada uno.

Con el tiempo, el grupo de niños liderado por Martín empezó a cambiar su actitud. Comenzaron a comprender que las diferencias no eran motivo para tratar mal a alguien, sino una oportunidad para aprender y crecer juntos. Martín se acercó a Lucas y le pidió disculpas por su comportamiento pasado.

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A medida que pasaban los días, todos los niños en la escuela aprendieron a respetar y aceptar las elecciones de juego de Lucas. Comenzaron a jugar juntos, sin importar si eran «cosas de chicos» o «cosas de chicas». Descubrieron que la diversidad enriquecía sus juegos y los hacía más emocionantes y divertidos.

La fábula nos enseña que no hay juguetes ni actividades exclusivas para un género en particular. Nos muestra la importancia de respetar las elecciones y gustos de cada persona, y cómo la amistad y la comprensión pueden superar los prejuicios y las diferencias.

Lucas y sus amigos nos recuerdan que la verdadera amistad se basa en el respeto y la aceptación mutua. Juntos, aprendieron que no hay nada malo en ser diferente y que cada uno tiene el derecho de ser feliz siendo auténtico consigo mismo.

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Una respuesta a “Lucas y la Magia de Ser Uno Mismo”

  1. Avatar de Graciela
    Graciela

    Hermoso cuento. Gracias

    Me gusta

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