
Era una noche como cualquier otra en el campus de la Universidad de San Tomás. Un grupo de amigos, conformado por Raúl, Lucía, Mario y Valeria, estaba reunido en la habitación de Raúl. Las luces tenues y el sonido suave de música de fondo creaban un ambiente relajado. Discutían las últimas novedades y chismes que circulaban por la universidad. Sin embargo, la conversación pronto tomó un giro más oscuro. Mario, el bromista del grupo, mencionó una leyenda urbana que había oído.
—¿Han escuchado sobre la cuenta de Instagram maldita? —preguntó Mario con una sonrisa traviesa, inclinándose hacia adelante para captar la atención de los demás.
Lucía, que siempre había sido la más escéptica del grupo, rodó los ojos. —¿Otra historia de terror, Mario? Sabes que esas cosas no impresionan.
Mario ignoró su comentario y continuó, emocionado por compartir lo que había oído. —No, en serio. Es una cuenta que siempre tiene 665 seguidores. Se dice que si te conviertes en el seguidor número 666, algo malo te pasa. La cuenta comienza a publicar selfies de ti en lugares en los que nunca has estado. Esas fotos son cada vez más aterradoras. Es como si te marcaran para algo terrible.
Valeria se estremeció y abrazó una almohada con fuerza. —Eso suena horrible. ¿Qué pasa después?
Mario sonrió de manera siniestra. —Bueno, la leyenda dice que si no logras encontrar una manera de deshacerte de la maldición, el demonio que controla la cuenta te caza y… ya sabes, no vives para contarlo.
Raúl, siempre dispuesto a probar los límites, sacó su teléfono y comenzó a buscar la cuenta. —¿Cuál es el nombre de la cuenta? Voy a buscarla.
Lucía frunció el ceño. —Raúl, no seas tonto. Sabes que estas cosas no son reales, pero no hay necesidad de tentar a la suerte.
Raúl se rió y encontró la cuenta con relativa facilidad. Tenía exactamente 665 seguidores, tal como Mario había descrito. Sin pensarlo dos veces, presionó el botón de «Seguir».
—Y así me convertí en el seguidor número 666 —anunció Raúl con una sonrisa—. A ver qué pasa ahora.
Mario se rió y chocó su puño con Raúl. —Tienes agallas, amigo. Veremos si sobrevives a la maldición.
A la mañana siguiente, Raúl se despertó con varias notificaciones en su teléfono. Medio dormido, abrió Instagram y vio que había sido etiquetado en una publicación desde su mismo perfil. Lo que vio le hizo soltar el teléfono de golpe.
Era una foto de él, pero no era un selfie que recordara haber tomado. Estaba en un lugar que no reconocía: una especie de sótano oscuro con paredes mohosas. Su rostro en la foto estaba pálido y sus ojos vacíos. Era como si todo el color y la vida hubieran sido drenados de su cuerpo. Pero lo que más lo asustó fue lo que había al fondo de la imagen. Una figura alta y sombría, con ojos rojos brillantes, lo miraba fijamente desde la oscuridad.
Raúl sintió un escalofrío recorrer su espalda. No recordaba haber estado en un lugar así, y mucho menos haber tomado esa foto. ¿Cómo era posible?
Su teléfono vibró de nuevo. Otra notificación. Alguien había comentado en la foto: «¿Dónde es eso? ¡Qué miedo! #demiedo»
Desesperado, Raúl llamó a Mario.
—¡Mario, tienes que ver esto! —exclamó tan pronto como su amigo contestó.
—¿Qué pasa, Raúl? ¿Te asustó una foto? —se burló Mario, pero al notar la desesperación en la voz de Raúl, cambió de tono—. Vale, voy para allá.
En pocos minutos, Mario, Lucía y Valeria estaban en la habitación de Raúl, mirando la foto en su teléfono con expresiones de horror.
—Esto no es una broma, Raúl —dijo Lucía, finalmente, su rostro pálido—. Esa cosa en el fondo… no es normal.
Mario, aunque menos escéptico, trató de mantener la calma. —Seguro que alguien te está jugando una broma pesada. ¿Tal vez editaron la foto o hackearon tu cuenta?
Raúl negó con la cabeza, sus manos temblando. —No lo sé, Mario. Pero no estuve en ese lugar, no tomé esa foto. Y esa figura… —no pudo terminar la frase.
Valeria, claramente asustada, habló en voz baja. —¿Qué vamos a hacer? Si esta cuenta es real, entonces… ¿cómo nos libramos de esto?
Mario respiró hondo. —Lo primero es no seguir entrando en pánico. Tal vez si borras la cuenta o dejas de seguirla…
Raúl, con la esperanza de que la sugerencia funcionara, inmediatamente dejó de seguir la cuenta. Pero cuando lo hizo, recibió nuevas notificaciones.
«Ha ocurrido un error.«
«La cuenta solicitada no esta disponible.«
«No se ha podido eliminar tu contenido.»
«Has sido etiquetado en una nueva publicación.«
Raúl sintió su corazón detenerse por un momento antes de abrir la notificación. Era otra foto de él, esta vez en su propio dormitorio, tomada mientras dormía. Nuevamente, la figura sombría estaba allí, más cerca de él que antes, con su mano extendida hacia su cuello.
Lucía gritó al ver la imagen. —¡Tenemos que salir de aquí! ¡Ahora!
Pero Raúl no se movió, paralizado por el miedo. —No podemos escapar de esto. Está aquí, en mi habitación. ¡Está aquí conmigo!
Mario agarró a Raúl por los hombros. —¡Tienes que calmarte, Raúl! Vamos a averiguar cómo detener esto.
Pasaron los días, y la situación empeoró. Cada mañana, Raúl encontraba una nueva foto etiquetada de él, cada vez en situaciones más aterradoras. La figura en la foto se acercaba más y más, y Raúl estaba cada vez más paranoico y agotado. Sus amigos también comenzaron a recibir fotos similares, y todos sabían que el demonio los había marcado.
Una noche, mientras el grupo se reunía en la habitación de Lucía, Mario sugirió una última solución desesperada.
—Tal vez si destruimos nuestros teléfonos, podríamos romper la conexión con la cuenta. Es posible que la maldición solo funcione a través de la tecnología.
—Vale la pena intentarlo —dijo Valeria, mientras lanzaba su teléfono contra la pared, rompiéndolo en mil pedazos.
Los demás hicieron lo mismo, con la esperanza de que eso fuera suficiente. Pero cuando la pantalla rota de su teléfono aún iluminaba la habitación, Raúl vio la última notificación.
«Has sido etiquetado en una nueva publicación.»
Era la foto final. Raúl estaba sentado en la misma habitación, rodeado de sus amigos, pero todos ellos estaban muertos. Sus cuerpos estaban mutilados, sus rostros congelados en expresiones de terror. La figura sombría estaba ahora de pie detrás de Raúl, su mano en su hombro, sus ojos rojos brillando intensamente.
—No… no puede ser —murmuró Raúl, sintiendo que su cordura se desmoronaba.
Mario, que había estado viendo la pantalla, comenzó a temblar. —Esto… esto es el final, Raúl. No hay forma de escapar.
Lucía comenzó a llorar, y Valeria se acurrucó en un rincón, aterrada. El demonio se había apoderado de sus vidas. Sabían que era cuestión de tiempo antes de que el terror de las fotos se hiciera realidad.
Las luces se apagaron de la nada, los gritos se hicieron escuchar por parte de todos, solo unos ojos rojos resaltaban en la oscuridad.
Silencio total.
El miedo persiste, porque ahora, tú, el lector de esta historia, has sido marcado. Al leer esto, te has convertido en el seguidor número 666 de bloglenteja.com. Ten cuidado con lo que encuentras en tus notificaciones. Recuerda: la próxima vez que mires tu cuenta de Instagram, podrías encontrarte con una foto que no recuerdas haber tomado… y con una sombra en el fondo que te observa.


