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El pequeño pueblo de San Jacinto era conocido por su tranquilidad y la belleza de sus paisajes naturales. Sin embargo, había una historia que perturbaba la calma de sus habitantes. Era una leyenda que hablaba de una canción misteriosa. Esa canción sonaba a medianoche. Aquellos que la escuchaban eran atraídos hacia el bosque cercano y nunca volvían a ser vistos.

María, una joven periodista de la ciudad, había llegado a San Jacinto para investigar las leyendas locales. Escuchó la historia de la canción en una conversación en la cafetería del pueblo. Intrigada por el misterio, decidió que era su oportunidad para realizar una historia que cautivaría a sus lectores. Iba a escribirla justo antes de tomarse un tiempo por su embarazo. A la medianoche, planeaba escuchar la canción. Quería descubrir la verdad detrás de la leyenda mientras documentaba todo para su noticia.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó Pedro, el dueño de la cafetería, cuando María le mencionó sus planes.

—Sí, Pedro. Es solo una leyenda. Seguro que no hay nada que temer —respondió María con una sonrisa confiada.

Pedro frunció el ceño, claramente preocupado.

—La gente del pueblo evita hablar de eso. Mi abuela solía decir que la canción es el lamento de un espíritu solitario. Dicen que suena como un lamento melancólico que atrae a la gente hacia el bosque. Muchos han desaparecido después de escucharla.

María asintió, aunque la advertencia no hizo más que intensificar su curiosidad. Se despidió de Pedro y se dirigió hacia su cabaña. A las 11:45 PM, preparó su grabadora de aventura, su cámara y una linterna. Luego se dirigió hacia el bosque con una mezcla de anticipación y nerviosismo.

La noche estaba despejada y el aire era frío. Mientras caminaba por el sendero que llevaba al corazón del bosque. El silencio era casi absoluto. Solo el crujido de las hojas bajo sus pies lo interrumpía. María se detuvo cerca de un claro. El bosque se abría allí. Ella esperó a que el reloj marcara la medianoche.

—Vamos a ver si esta canción es tan aterradora como dicen —murmuró para sí misma, tratando de mantenerse calmada.

Exactamente a la medianoche, una melodía comenzó a sonar. La música era extraña, melancólica y envolvente. Tenía un tono similar a lo que pondrías a un bebé para dormir. Su tono parecía resonar en lo más profundo del alma. María se sorprendió al darse cuenta de que la melodía era completamente desconocida para ella, y su tono provocaba que tuviera la piel de gallina.

—¿Qué es esto? —se preguntó, sintiendo un escalofrío.

De repente, sintió un tirón, como si algo estuviera llamándola hacia el bosque. La melodía parecía intensificarse, y María sintió una atracción irresistible hacia el claro del bosque. Aunque sabía que debía regresar, no podía evitar avanzar hacia el interior del bosque, atraída por la música.

Mientras avanzaba, se encontró con un sendero que no había visto antes. Era una ruta serpenteante que parecía llevar hacia lo más profundo del bosque. La melodía se hacía cada vez más fuerte, y los árboles parecían inclinarse hacia ella, como si quisieran susurrarle secretos.

—Esto no está bien —dijo María en voz alta—. Esto no es natural.

A medida que se adentraba en el bosque, se dio cuenta de que la melodía la estaba llevando hacia una pequeña cabaña oculta entre los árboles. La cabaña parecía deshabitada, con ventanas cubiertas de polvo y telarañas. María se acercó con cautela, su linterna iluminando la puerta desvencijada.

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—Hola, ¿hay alguien ahí? —preguntó, pero no obtuvo respuesta.

Decidió entrar, y al abrir la puerta, el chirrido resonó en la quietud del bosque. Dentro, encontró una sala desordenada con muebles antiguos y una radio de aspecto antiguo sobre una mesa. La melodía seguía sonando por detrás de una puerta.

—¿Hay alguien aquí? —llamó de nuevo, con la voz temblorosa.

Empujó la puerta y se encontró en una habitación pequeña con una ventana rota. En el centro de la habitación había un viejo piano de cola cubierto de polvo. Sentada al piano había una mujer, la responsable de esta melodía.

—¿Qué está pasando? —preguntó María, mientras miraba alrededor con creciente inquietud.

—¿Quién eres? —preguntó María, intentando mantener la calma.

La mujer no respondió con palabras, pero sus ojos reflejaban un dolor infinito. María comprendió que esta era la figura responsable de la canción, no podía entender que pasaba o porque esta mujer estaría tocando la canción.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó María, su voz apenas un susurro.

La mujer alzó una mano temblorosa y apuntó hacia el lado contrario de la habitación. Sus dedos largos y cadavéricos apuntaban a lo que parecía ser la razón de su canción.

María giro su rostro lentamente, solo para descubrir una cuna vacía y polvorienta. Un escalofrío recorrió su cuerpo, pues solo podía suponer el motivo de la tristeza de aquella mujer.

La mujer intensifico la música y de su piano parecían salir no solo las notas, sino imágenes de su historia. Una turba enojada, la mujer con un bebé en brazos, una hoguera, un final. María estaba petrificada ante lo que veía. Aquella mujer frente al piano había sido condenada a la hoguera por brujería. Había sido quemada con su hijo. Desde entonces, estaba en busca de venganza y de ese hijo que jamás pudo tener.

—Lo siento —dijo María con lágrimas en los ojos—. No sabía que estaba ocurriendo, yo..solo…

La figura de la mujer se puso de pie. Flotando en el aire, se acercó a María. Colocó su mano sobre el vientre de María mientras la música se hacia más fuerte. María no sabía qué hacer. La música sonaba tan fuerte que las cosas empezaron a caerse. Todo empezó a ser borroso. Con un último suspiro, la figura desapareció por completo, y el silencio llenó la cabaña.

María quedo inconsciente después del último aliento de la mujer.

A la mañana siguiente, María se despertó en su cabaña, con el sol iluminando el pueblo. Decidió que la historia del espíritu y la canción merecía ser contada. Cuando se disponía a reunir todas sus cosas para regresar a la ciudad, un gran dolor la invadió. ¿Sangre? no podía ser así, eso solo significaba una cosa, una muy mala para María.

El pueblo de San Jacinto no volvió a escuchar la canción de la medianoche. Se rumoreaba en el pueblo que la mujer al fin había encontrado lo que buscaba. María jamás publicó su artículo y después de lo sucedido se retiró del periodismo.

Un tiempo después, con gran odio y tristeza en su corazón, decidió volver a San Jacinto a buscar lo que le habían robado.

+LENTEJA DE MIEDO
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Una respuesta a “La Canción de Medianoche”

  1. Avatar de superbe46a57cfec

    ¿Me estás diciendo que le quito a su bebé y ella volverá por venganza?

    Me gusta

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